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«Los guerreros del agua» de José Franz Medrano Solares

Autor: José Franz Medrano Solares (el Gato)
Al descontento multitudinario, se adicionan otros inmundos negociados y la miseria campante producto del desgobierno de Banzer y de sus antecesores neoliberales que detentan el Poder alrededor de 15 años. Esta espontánea explosión cívica y popular, no exenta de políticos avivados de distintos matices y pelajes que procuran apoderarse y beneficiarse de la misma, coloca como punta de lanza a la Coordinadora del Agua que, en este instante álgido, es reconocida como la cabeza del movimiento insurgente.

(*) José Franz Medrano Solares (el Gato)
En la bella capital del Tunari, son aproximadamente las 17:00 horas, del 8 de abril del año 2000, en el ambiente tenso se respira aires de guerra, instante en que un conocido mío, apodado el Gato, se encamina presuroso por la avenida Ballivián (El Prado) hacia el centro de la ciudad. En el camino, observa como una multitud compuesta por gentes de diferentes edades y sexos nutre aún más las barricadas alzadas los días precedentes, entre las que predominan nítidamente maderas, cartones y llantas.

Momentos previos, un apagón de energía eléctrica, provocado por ciertas manos aviesas, no pudo impedir la convocatoria difundida por varios medios de comunicación social, llamando a la cochabambinidad para que defienda el recurso agua y la insobornable petición popular de modificar el proyecto de la Ley 2029 (Ley de agua potable y alcantarillado), antes de que amañadamente se apruebe en el Parlamento Nacional. Dicho llamamiento, tuvo la capacidad de penetrar cual estilete en los oídos de mi enigmático amigo, llegando a sacudir enérgicamente su conciencia anestesiada por el repetitivo y embrutecedor quehacer cotidiano.Junto a grupos de personas que desconoce, el Gato arribó a la esquina que articula la calle España y la avenida Heroínas, advirtiendo que la paciencia ciudadana ha pulverizado sus ataduras, y cuya ira empieza a estrellarse en forma de piedras, palos, botellas y otros objetos contra el frontis del edificio policial de la Unidad de Orden y Seguridad, rompiendo sus vidrios y astillando sus ventanas y puertas, mientras la multitud aúlla su furia y descontento.    De improviso, una granada de gas estalla cerca de los pies del Gato y un balín roza y hiere el pómulo de un hombre anciano que está a su lado. Y este trashumante,  que sólo está armado de cantares y utopías y, en el peor de los casos, de sus manos convertidas en puños, siente que su pecho comienza a rugir lanzando epítetos irreproducibles a la soldadesca sitiada en su reducto. Los policías, de rato en rato, salen a disparar gases, balines y otros proyectiles, para inmediatamente regresar a su madriguera como si fuesen conejos verdes a punto de ser devorados por la justiciera manada de lobos humanos que les asedia.Luego de este irrefrenable episodio, el Gato prosiguió su recorrido por las diversas e intrincadas calles adyacentes a la Plaza 14 de Septiembre. En su travesía, vocifera consignas  junto a las turbas de manifestantes compuestas por estudiantes y vecinos de los distintos barrios y provincias del departamento que, en estas horas apremiantes, explotan en esquirlas de indignación al saberse engañados por la versión del ex prefecto del departamento Hugo Galindo, quién con intencionalidad distraccionista y desesperada, afirmó falazmente noche anterior, y antes de renunciar, que: «el gobierno central había rescindido contrato con el consorcio internacional Aguas del Tunari».La referida empresa, con una inversión ridícula de capital, y mediante la suscripción de un contrato totalmente lesivo avalado ruinmente por las autoridades nacionales y algunos nefastos representantes departamentales, pretende  mercantilizar y privatizar el agua de los cochabambinos, quiénes salen a las calles encolerizados por las leyes que posibilitan el saqueo de éste y otros recursos naturales que son parte del patrimonio de todos los bolivianos. Al descontento multitudinario, se adicionan otros inmundos negociados y la miseria campante producto del desgobierno de Banzer y de sus antecesores neoliberales que detentan el Poder alrededor de 15 años. Esta espontánea explosión cívica y popular, no exenta de políticos avivados de distintos matices y pelajes que procuran apoderarse y beneficiarse de la misma, coloca como punta de lanza a la Coordinadora del Agua que, en este instante álgido, es reconocida como la cabeza del movimiento insurgente.En las horas subsiguientes, en diferentes puntos de la ciudad el pueblo enfrenta a los militares y policías con decisión y coraje. A eso de las 19:30, entre las avenidas Aroma y Ayacucho, el Gato repara como una angustiada y robusta mujer del pueblo, entre los 40 y 45 años de edad, desgarra desafiante su blusa, y dejando al descubierto sus grandiosos pechos de madre, invita a los represores a que abran fuego sobre ella, gritándoles: «Asesinos, por qué no me disparan en lugar de matar a jóvenes y niños desarmados». El Gato, en su deambular por este trágico escenario, en un lapso de esos, al pasar junto a un uniformado represor, percibe en éste un repulsivo olor a gas metano, intrigado le recorre con la mirada de los pies a la cabeza, comprobando irónico que el miedo le ha jugado una mala pasada, ya que le hizo orinarse y, por los vestigios en su pantalón, posiblemente hasta defecarse, a más de pintar en su faz una extraña palidez que disimula a medias la luz amarillenta de la alborotada calle.

A eso de las 19: 45, el Gato alcanza la Plaza 14 de Septiembre, la misma que ha sido tomada por  manifestantes que, en algunos casos, tienen los rostros pintarrajeados con bicarbonato de sodio o están cubiertos con pañuelos que les confieren un aspecto surrealista. Paralelamente, sus improvisados líderes, uno a uno vierten discursos y arengas subversivas que invitan a sostener y radicalizar la lucha en contra de la prepotencia del gobierno malévolamente sordo y negligente. El panorama que ofrece el lugar es digno de un escenario de hostilidades, puesto que, en las cuatro esquinas de entrada al mencionado sitio, arden fragorosas fogatas sustentadas principalmente por llantas y palos que despiden asfixiante y espeso humo negro, mientras en su entorno, el estruendo de los disparos de armas de fuego y otros explosivos impulsa el flamear de infinidad de tricolores bolivianas, que junto a un sinnúmero de wiphalas y otras banderas, se convierten en     los estandartes de la batalla del agua.

En este mar de gente convulsionada, que reunida aparenta ser un caldero a punto de estallar, de súbito, llega a su lado un chiquillo de unos 10 años, su tez morena está bañada en transpiración, sus zapatos rotos parecen dos bocas negras que denuncian su miseria y la injusticia social que soporta en sus desnutridas espaldas, sus harapos mugrosos lo identifican, sin temor a equivocaciones, como a un «polilla». Seguidamente, el desamparado, con un movimiento imperceptible de mago hace aparecer de entre sus andrajos un huevo crudo, el mismo que empieza a devorar con alucinante apetito, al principio sorbiéndolo y luego mascando ruidosamente la cáscara, como sí se tratara de una crujiente y apetitosa galleta. Inmediatamente después, hace  aflorar en sus manos trémulas un plátano podrido, el cual engulle con similar avidez y deleite. Una vez concluida su frugal comida, con desparpajo se limpia los labios con la punta de su manga izquierda de lo que debió ser alguna vez una elegante camisa azul.

E1 Gato, testigo consternado por la escena, prestamente le aconseja al niño de la calle de este modo: «Por qué no te marchas, te pueden matar», y el «polilla” con una lógica estremecedora, pese a los velos de la clefa, le contesta: «A mi me dicen el Muerto, nadie me puede matar… sí me voy quién va a robar para que coma, los del gobierno sólo roban para ellos». Antes de marcharse el pequeño desheredado, le mostró sus ennegrecidos dientes en una sonrisa amistosa. Acto seguido, el Gato sintió nauseas recordando el machacón eslogan gubernamental de «la lucha contra la pobreza».

Lo paradójico en estas horas aciagas es que, mientras en diversos frentes de la ciudad, luchan por defender el recurso agua los vecinos de los barrios periféricos, los estudiantes de origen humilde, los campesinos de las provincias, es decir, el pueblo llano y sencillo, en otros puntos de Cochabamba, casi la totalidad de los miembros de las familias pudientes ven el alzamiento por televisión como sí se tratara de un film dramático y sangriento, o practican indiferentes algún deporte o, peor aún,  beben en improvisadas y frívolas reuniones sociales.

Entretanto, el pueblo en las calles vierte su sangre valientemente en enfrentamientos con los organismos represores del gobierno de Banzer. Algunos de estos opulentos, al advertir medrosos que estos terribles sucesos podrían desencadenar en una guerra civil, recomiendan «prudencia» por radio y televisión.  En cuanto a estas recomendaciones, el Gato en su trajinar recuerda unos versos del sacerdote Luís Espinal que rezan así: «Jesucristo, te damos gracias porque no fuiste prudente, ni diplomático; porque no callaste para escapar de la cruz; porque fustigaste a los poderosos sabiendo que te jugabas la vida. Los que te mataron, ésos fueron los prudentes…»

Más tarde, el Gato en su pausado y meditabundo deambular por las calles de la ciudad soliviantada, cree haber percibido en lo acontecido la urgencia de un cambio análogo al efectuado en la Revolución de 1952, pero sin prostituirse, el cuál deberá posibilitar en un futuro inmediato una reestructuración política, económica, social y moral apuntalada en una nueva Constitución Política del Estado. Sólo de esta manera podrán descansar algún tiempo “Los Guerreros del Agua”.
Cochabamba, 8 de abril de 2000.
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(*) El autor es abogado, escritor y músico.
E-mail: medrano_solares@yahoo.com