El agua es una “cuestión social”. Quien la tiene y la controla, domina el acceso a la vida. Un informe del PNUD del 2006, menciona que los 1.500 millones de personas que carecen de agua potable y los 2.600 millones de personas que carecen de servicios de saneamiento se encuentran en esta situación, no por falta de agua en las zonas donde viven, sino principalmente porque son pobres.

La tesis de este ensayo es la siguiente: El agua es la vida, pero es tratada fundamentalmente como un bien económico mercantil que uno puede apropiarse como se hace con el petróleo. El agua es mal utilizada, sobre-explotada y “consumida” como un recurso para el crecimiento económico de las empresas de agua. Por tanto, el agua se ha convertido mundialmente, en una fuente de conflictos y prácticas sociales opuestas a los principios de justicia, igualdad, fraternidad, libertad y sabiduría. En este sentido, el agua es una cuestión social más que una cuestión ambiental. Muchos países empiezan a ver la necesidad de hacer del agua parte de su agenda política nacional e internacional. El siglo XXI será marcado por la cuestión del derecho a la vida para todos, contra la pretensión del capital financiero de apropiarse de todas las formas de vida en el planeta, incluyendo el agua.