Las empresas del extractivismo, como BP tras el derrame en el Golfo de México, buscan lavar su imagen apoyando proyectos REDD, mientras generan graves conflictos sociales y ambientales. Este incidente resalta la vulnerabilidad de la industria petrolera, que continúa expandiendo sus fronteras extractivas sin soluciones tecnológicas efectivas.
La explotación de hidrocarburos no solo amenaza la biodiversidad, sino que también causa desplazamientos y violencia en comunidades locales. La situación exige una reflexión sobre las verdaderas responsabilidades ambientales de estas corporaciones.